1. La ira: cómo acompañarla sin miedo

La ira aparece como un volcán en erupción, como un dragón que escupe fuego. A veces llega silenciosa, como si nada, y de pronto… ¡boom! El rostro se enrojece, los ojos se llenan de lágrimas, las manos se cierran fuerte, el cuerpo entero parece decir: “¡Basta, no quiero, no me gusta!”.

En el aula, ese volcán asoma muchas veces al día: cuando un juguete se rompe y parece el fin del mundo, cuando toca recoger justo en el mejor momento del juego, cuando hay que compartir ese coche rojo que “es mío”, cuando alguien dice “yo no quiero jugar contigo” y el corazón se encoge. La ira se cuela entre las mesas, los lápices de colores y las mochilas, y de pronto tenemos pequeños dragones bufando en medio de la asamblea.

Y, aunque pueda preocuparnos o incomodarnos, es normal. No es que tengan “mal carácter”, ni que sean “difíciles”: es que su cerebro y su mundo emocional están en plena construcción, como una casita que todavía no tiene todas las ventanas ni las puertas colocadas. A esta edad están aprendiendo a reconocer lo que sienten, a ponerle nombre, a contar lo que les pasa por dentro y a expresarlo de forma cada vez menos impulsiva, pero el camino se recorre a base de ensayos, errores y muchos intentos.

En este artículo quiero compartir algunas ideas para entender mejor esa ira que a veces asusta, verla como una emoción necesaria (aunque incómoda) y ofreceros estrategias y recursos concretos para ayudar a estos pequeños volcanes a canalizar su fuego: tanto en casa como en el cole, para que la llama no destruya, sino que ilumine y enseñe.

2. ¿Qué es la ira?

La ira es una emoción básica, igual que la alegría, el miedo o la tristeza. Suele aparecer cuando el niño o la niña siente que algo es injusto, frustrante o amenaza lo que desea: “no quiero irme del parque”, “yo lo tenía primero”, “no quiero compartir”.

En el cuerpo se nota como una subida de energía:

  • Corazón que late más rápido.
  • Tensión en el cuerpo, a veces se aprietan los puños.
  • Ganas de gritar, pegar, tirar cosas o empujar.

A los 4 años, el cerebro que ayuda a frenar impulsos y pensar antes de actuar (la parte frontal) todavía está madurando. Por eso no es realista pedir autocontrol perfecto; lo que sí podemos hacer es acompañar esa emoción y enseñar poco a poco formas más sanas de expresarla.

3. ¿Para qué sirve la ira?

Aunque a veces nos asuste, la ira tiene una función muy importante:

  • Protege límites: aparece cuando sienten que algo es injusto o que se ha traspasado un límite (“me han quitado el juguete”, “me han empujado”).
  • Da energía para defenderse: activa el cuerpo para reaccionar si hace falta (decir “no”, pedir ayuda, alejarse…).
  • Nos avisa de una necesidad: hambre, cansancio, exceso de estímulos, necesidad de atención, dificultad para aceptar una norma…

El problema no es sentir ira, sino qué hacemos con ella. Una ira acompañada y bien canalizada enseña a los niños:

  • Que todas las emociones son válidas.
  • Que no todo comportamiento lo es.
  • Que pueden aprender a calmarse y reparar el daño si se han pasado de la raya.

Es un hecho que, como cualquier emoción, la ira debe ser transitada, es necesario dejarla salir, darle voz, dejarla que explote. Las emociones que retenemos, las que silenciamos, se quedan en el cuerpo, y nos hacen enfermar.

4. ¿Cómo podemos canalizar la ira?

4.1. Primero validar, luego educar

Cuando el niño está muy enfadado, su cerebro está en “modo tormenta”. No es momento de dar sermones, sino de calmar y contener:

  • “Veo que estás muy enfadado porque querías seguir jugando”.
  • “Entiendo tu rabia. No te gusta que te quiten las cosas”.

Validar no significa permitir cualquier cosa; significa reconocer la emoción, pero sostener el límite:

  • “Puedes enfadarte, pero no puedes pegar”.
  • “Puedes gritar, pero no puedes romper juguetes”.

4.2. Ofrecer salidas físicas y seguras

La ira es mucha energía en un cuerpo pequeño. Ayuda dar opciones concretas:

  • Apretar un cojín o un peluche.
  • Pisar fuerte el suelo.
  • Rasgar papeles viejos.
  • Soplar fuerte (como si apagaran muchas velas).

Estas actividades canalizan la activación sin hacer daño a nadie.

4.3. Poner palabras a lo que sienten

Los niños aprenden a regularse poniendo nombre a lo que les pasa. A los 4 años, las frases sencillas y repetitivas funcionan muy bien:

  • “Estás enfadado”.
  • “Tu cuerpo está como un volcán”.
  • “Tu cara me dice que estás muy, muy rabioso”.

Poco a poco, podemos ir añadiendo vocabulario: enfadado / rabioso / furioso / molesto / frustrado / indignado…

4.4. Enseñar técnicas de calma cuando NO están enfadados

Las herramientas de calma se aprenden en frío, para poder usarlas en caliente:

  • Respiración del globo: “Respiramos hinchando la tripa como un globo… y la deshinchamos suave”.
  • La tortuga: esconderse como una tortuga (meter cabeza y brazos) y respirar dentro del “caparazón”.
  • Rincón de la calma en casa y en el aula: un sitio con peluches, libros, bote de la calma, colchoneta, cojines, pelota sensorial, papel para pintar…

Si practicamos jugando, luego es más probable que quieran usarlo cuando están enfadados.

5. Ira y rabia, ¿son los mismo?

En lenguaje cotidiano:

  • Ira suena más “grande”, más intensa, casi épica. Nos recuerda a algo muy fuerte, desbordado, incluso destructivo.
  • Rabia la usamos mucho para hablar del enfado de los peques: “tiene una rabia”, “ha cogido una rabieta”. Suena más a explosión rápida, a estallido.

En psicología, las dos se colocan dentro de la misma familia emocional: emociones de enfado. No se consideran cosas totalmente distintas, sino variaciones de lo mismo:

  • La emoción básica sería el enfado.
  • De ahí salen distintas formas o intensidades: irritación, fastidio, rabia, furia, ira…

Para trabajar con niños en edad infantil, lo importante no es tanto si usamos “ira” o “rabia”, sino:

  • Usar palabras sencillas y coherentes: si en el aula habláis más de “enfado” o “rabia”, mejor mantener eso.
  • No asustarles con términos demasiado grandes que no comprenden.

Por ejemplo, para distinguir con los peques puede funcionar bien:

  • “Enfadado” / “muy enfadado”
  • “Tengo/siento mucha rabia”

La ira es la emoción de enfado muy intenso. En resumen: no son exactamente diferentes, son primas hermanas dentro del mismo enfado, solo cambia el matiz y la intensidad que queremos transmitir.

La rabia: la guardiana del límite sagrado.

  • ¿De qué te cuida? de tragar lo que te ahoga, de callar lo que duela, de quedarte en lo injusto.
  • Su virtud: la rabia es una chispa de poder personal. Cuando no se reprime ni se desborda, te impulsa a poner límites, a tomar acción, a decir tu voluntad. No destruye, transforma.

6. Consejos para acompañar la ira en niños y niñas de 4 años

6.1. Diferenciar emoción y conducta

  • Emoción: “Está bien estar enfadado”.
  • Conducta: “No está bien pegar / morder / insultar”.

Este mensaje, repetido con calma, les ayuda a no sentirse “niños malos”, sino niños que están aprendiendo.

6.2. Buscar la causa escondida

Muchas veces la ira es la punta del iceberg. Si observamos con calma, podemos responder a preguntas como:

  • “¿Está muy cansado?”
  • “¿Tiene hambre?”
  • “¿Ha tenido muchos cambios hoy?”
  • “¿Se siente celoso, excluido o asustado?”

Entender qué hay debajo permite responder mejor que únicamente castigando la explosión.

6.3. Evitar etiquetas

Frases como “eres un bruto”, “siempre estás enfadado” o “eres un desastre” se convierten en identidad (el efecto pigmalión). Es más útil hablar de conductas concretas:

Hoy has pegado, eso no se hace. Vamos a pensar cómo lo podemos hacer mejor la próxima vez

6.4. Ser el modelo… aunque cueste

Los niños aprenden cómo se maneja la ira viéndonos a los adultos:

  • Si gritamos, aprenden que se grita.
  • Si pegamos, aprenden que se pega.
  • Si amenazamos, aprenden a amenazar.
  • Si respiramos, pedimos tiempo y luego hablamos, aprenden que se puede parar y reparar.

Podemos verbalizar nuestro propio proceso:

Estoy empezando a enfadarme, voy a respirar un poco y luego hablamos cuando esté más tranquila

6.5. Anticipar momentos difíciles

Si sabemos que habrá una situación complicada (cumpleaños, salir del parque…):

  • Avisar con tiempo: “En cinco minutos nos vamos”.
  • Explicar qué va a pasar: “primero jugamos y después recogemos los juguetes”.
  • Ofrecer pequeñas elecciones: “¿Quieres ir de mi mano o tú delante?”.

La anticipación reduce muchas explosiones.

6.6. ¿Cuándo pedir ayuda profesional?

Conviene consultar con un especialista (pediatra, psicólogo infantil) si:

  • Las explosiones de ira son muy frecuentes e intensas.
  • Duran mucho tiempo y después el niño queda muy desregulado.
  • Hay daño serio a otras personas o a sí mismo.
  • La ira interfiere con su vida diaria (cole, familia, amigos) de forma constante.

Pedir ayuda no significa “fracaso educativo”, sino sumar recursos.

7. Cuentos para trabajar la ira

Los cuentos son una herramienta fantástica para que los niños vean su emoción desde fuera, se identifiquen con los personajes y ensayen nuevas formas de actuar. Algunas propuestas adecuadas para Infantil:

  • “Vaya rabieta”Mireille d’Allancé (Corimbo)
    Roberto tiene un día horrible y una “Cosa” roja y furiosa sale de su interior y lo rompe todo. El cuento muestra muy bien cómo crece la rabia y cómo, cuando se calma, puede reparar lo que ha pasado. Ideal para hablar de responsabilidad sin culpa excesiva.
  • “Cuando estoy enfadado”Trace Moroney (SM, colección Sentimientos)
    A través de un conejito, se describe con metáforas muy visuales cómo se siente el cuerpo cuando uno está enfadado (“como un volcán en erupción”*) y qué cosas ayudan a calmarse. Perfecto para poner palabras a lo que vive el niño.
  • “El monstruo de colores”Anna Llenas (Flamboyant)
    No es solo sobre la ira, sino sobre varias emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, calma, enfado… El monstruo tiene todas mezcladas y aprende a ordenarlas. Es muy útil para introducir el vocabulario emocional y localizar “el color” de la ira.
  • “Tengo un volcán”Miriam Tirado y Joan Turu (Carambuco)
    Habla de la rabia como un volcán que explota dentro y va dando ideas para prevenir y canalizar esas explosiones. Muy apropiado a partir de 4–5 años
  • “Una tormenta de ira para Elvira”Kochka y Sophie Bouxom (Picarona)
    Elvira se enfada tanto que desata una tormenta. A través de imágenes muy potentes, ayuda a los niños a ver qué pasa cuando la ira se descontrola y cómo se puede ir calmando.
  • “Moncho rabioso”Gracia Iglesias y Susana Rosique

Con estos cuentos podéis:

  • Leer y parar a comentar: “¿Tú también te sientes así cuando te enfadas?”
  • Representar con muñecos lo que ocurre.
  • Inventar finales alternativos: “¿Qué podría haber hecho Roberto antes de que saliera la Cosa?”

8. Bibliografía

9. Cierre

La ira no es el enemigo, es una emoción que, bien acompañada, se convierte en una gran maestra para aprender límites, empatía y autocontrol… justo lo que estamos sembrando en estas edades.

Cuando miramos la ira de nuestros hijos como un enemigo, todo se vuelve lucha. Cuando empezamos a verla como una emoción que pide ayuda, algo cambia: dejamos de apagar fuegos a toda prisa y empezamos a acompañar pequeños volcanes que aprenden, poco a poco, a conocerse por dentro.

En el aula vemos cada día cómo, con paciencia, palabras sencillas, límites claros y mucho cariño, esos dragones que antes lo quemaban todo empiezan a soplar menos fuego y más aire. No desaparece la ira, pero se vuelve más pequeña, más comprensible, más fácil de abrazar.

Ojalá este artículo os sirva como una pequeña linterna en ese camino. Porque detrás de cada rabieta, de cada portazo y de cada “¡no quiero!”, sigue habiendo un niño que solo está diciendo: “Ayúdame, estoy aprendiendo a manejar lo que siento”. Y en ese aprendizaje, familia y escuela caminamos juntos, construyendo entre todos un lugar donde incluso la ira tiene sitio… pero ya no manda, solo enseña.

La ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en que se almacena que a cualquier cosa en la que se vierte Mark Twain

🙏🏽 Gracias por tu compromiso en el acompañamiento a tus hijos.


Contenido bajo
Licencia ​ ​ 4.0