Mensaje del miedo
El miedo, como emoción primaria, juega un papel crucial en la supervivencia de los seres vivos. Su naturaleza está vinculada a una respuesta inmediata ante la percepción de un peligro, ya sea real o imaginario, que prepara al organismo para enfrentar la amenaza. En términos biológicos, esta respuesta se debe a la activación del sistema nervioso autónomo, que desencadena una serie de reacciones físicas, como el aumento de la frecuencia cardíaca, la dilatación de las pupilas y la liberación de adrenalina. Estas respuestas tienen un propósito claro: preparar al cuerpo para huir, luchar o permanecer inmóvil (la famosa reacción de “lucha o huida”).
¿Sabías que el miedo es universal? No solo lo experimentamos los seres humanos, sino que también es compartido por una amplia gama de animales. Esto refleja la importancia de esta emoción en la evolución. Los animales, al igual que los humanos, dependen de la detección temprana de amenazas para asegurar su supervivencia. En este sentido, el miedo se puede entender como un mecanismo adaptativo que nos permite reaccionar ante situaciones peligrosas de manera rápida y eficiente.
El miedo tiene dos aspectos fundamentales: el miedo real y el miedo imaginario.
El miedo real es aquel que surge ante una amenaza tangible, como un depredador, un accidente o una situación que realmente pone en peligro la vida o el bienestar. Este tipo de miedo es generalmente inmediato y tiene una respuesta clara: huir o enfrentarse al peligro.
Por otro lado, el miedo imaginario se presenta cuando la amenaza no es tangible o inminente, pero la mente percibe el peligro de manera distorsionada o exagerada. Este tipo de miedo puede ser más difícil de gestionar, ya que a menudo está asociado con ansiedades, fobias o preocupaciones irracionales. A pesar de que no exista un peligro físico real, el miedo sigue generando una sensación de angustia y, en ocasiones, puede limitar el comportamiento de una persona.
Una de las reacciones más comunes ante el miedo, ya sea real o imaginario, es la evasión. El instinto de evitar el peligro es una respuesta natural que busca protegernos de un posible daño. En algunos casos, esto puede ser útil, como cuando decidimos evitar lugares peligrosos o situaciones de alto riesgo. Sin embargo, cuando el miedo se vuelve excesivo o irracional, la evitación puede limitar las experiencias y el desarrollo personal, como es el caso de las fobias.
En cuanto a la respuesta de lucha, esta también está presente cuando el individuo siente que no tiene más opción que enfrentarse a lo que teme. Esta reacción puede ser útil en situaciones de defensa personal, pero en otros casos puede generar conflictos innecesarios o poner en riesgo a la persona, sobre todo si el miedo está basado en percepciones erróneas.
Es interesante cómo el miedo también influye en nuestra vida social y cultural. A menudo, el miedo se utiliza de manera estratégica para controlar comportamientos, tanto a nivel individual como colectivo. Las campañas de miedo, por ejemplo, son comunes en la política o la publicidad, donde se intenta influir en las decisiones o comportamientos de las personas a través de la amplificación de amenazas o peligros potenciales. Cuando el miedo se manipula de esta manera, puede llevar a la creación de sociedades más ansiosas o desconfiadas.
A pesar de sus aspectos negativos, el miedo también puede tener un papel positivo. En su forma moderada, puede motivarnos a tomar precauciones, a aprender de nuestras experiencias y a mejorar nuestras capacidades de adaptación. Muchas veces, el miedo actúa como una señal que nos indica que necesitamos prepararnos mejor o cambiar nuestra perspectiva ante una situación. Además, al enfrentarnos a nuestros miedos de manera consciente, podemos aprender a gestionarlos y, en muchos casos, a superarlos, lo que resulta en un crecimiento personal significativo.
En resumen, el miedo es una emoción compleja, que puede ser tanto una bendición como una maldición, dependiendo de cómo se gestione. Su función básica es la supervivencia, pero, como ocurre con muchas emociones, su impacto puede ser positivo o negativo dependiendo de las circunstancias y de la manera en que lo enfrentemos. La clave está en reconocer cuándo el miedo es una respuesta adaptativa y cuándo se convierte en un obstáculo que limita nuestra vida.
La teoría detrás de una emoción
La psicología, la neurociencia y la biología evolutiva, estudian el miedo y las emociones humanas en general. Actualmente podemos encontrar numerosas teorías y hallazgos científicos que se han desarrollado a lo largo de décadas de investigación.
Algunos provienen de los trabajos de:
- Paul Ekman. Psicólogo conocido por sus estudios sobre las emociones básicas, incluyendo el miedo. Sus investigaciones han sido fundamentales para entender cómo las emociones se expresan universalmente y cómo se perciben en los seres humanos y otros animales.
- John B. Watson. Pionero en el campo de la Psicología Conductista, investigó el miedo desde un enfoque experimental. Su famoso experimento con el “pequeño Albert” mostró cómo los miedos pueden ser condicionados en los seres humanos.
- Daniel Goleman – Psicólogo y autor de libros como Inteligencia emocional, donde aborda cómo las emociones, incluido el miedo, afectan nuestras decisiones y comportamientos. Su trabajo ha sido influyente en la comprensión de las emociones dentro de la psicología.
- Joseph LeDoux – Neurocientífico conocido por sus estudios sobre el cerebro y cómo procesa las emociones, particularmente el miedo. Sus investigaciones sobre la amígdala cerebral y su rol en la respuesta al miedo son fundamentales para entender cómo el cerebro maneja esta emoción.
- Teorías evolutivas – El concepto de que el miedo tiene una función adaptativa y de supervivencia se basa en la teoría evolutiva. Según esta perspectiva, las emociones como el miedo fueron desarrolladas para ayudarnos a reaccionar ante amenazas y asegurar nuestra supervivencia.
¿Qué te da miedo?
Para indagar y descubrir los miedos de nuestros pequeños podemos contarles un cuento y hablar de aquello que le sucede al protagonista, después podemos preguntarles si se sienten identificados con los personajes e incluso que nos hagan un dibujo y nos lo expliquen, haciéndoles entrar en detalles.
Cuando los niños rondan los 3 años de edad suelen contarnos las cosas sin filtros, de manera bastante espontánea y explícita, sin sentirse condicionados (aunque no siempre es así, dependerá de la reacción del otro). Es fundamental que, desde edad temprana, los niños se sientan confiados en contarnos cualquier cosa sin recibir juicios por nuestra parte. Si se sienten escuchados, seremos para ellos grandes aliados. También necesitan que validemos sus emociones sintiéndonos cerca (tiempo de calidad con escucha activa, mirándole a los ojos, sin distracciones como el teléfono, …)
La empatía en conversaciones sobre sus emociones es fundamental, si el niño siente que nos reímos de él o que le ridiculizamos cuando se abre a contarnos sus miedos, podemos generarle un bloqueo, incluso aumentar su miedo o crear un trauma.
Jamás se debe amenazar con componentes temerosos como “el hombre del saco”, “que viene el coco”…
¿Cómo puedes ayudarle? Frases como éstas calmarán y darán confianza a nuestros pequeños:
Es normal que tengas miedo, pero puedes estar tranquilo, yo estoy aquí para protegerte
Yo de pequeña también tenía miedo a la oscuridad, sé cómo te sientes, podemos dejar una lucecita encendida por la noche
El miedo y la inseguridad pueden obstaculizar el aprendizaje, cerrando las conexiones más avanzadas del cerebro.
Terrores nocturnos
Cuando llega la noche, corresponde también gestionar los terrores nocturnos si aparecieran.
¿Qué son los terrores nocturnos?
Son episodios de gran miedo que ocurren durante la fase No-REM del sueño, generalmente en las primeras horas de la noche. Aunque son menos comunes que las pesadillas, afectando solo a un 1-5% de los niños en edad escolar, son más frecuentes entre los 3 y 4 años, aunque pueden continuar hasta los 5 o 6 años o más. Durante estos episodios, el niño puede gritar de manera repentina y parecer estar aterrorizado, aunque generalmente no recuerda lo sucedido al despertar.
Las causas de los terrores nocturnos pueden estar relacionadas con momentos de estrés, hábitos de sueño irregulares, enfermedades o fiebre. Es más probable que ocurran cuando el niño está mal de salud.
Síntomas. Los terrores nocturnos son probablemente las parasomnias más perturbadoras y “agresivas” de todas. Al entrar en su habitación, puedes encontrar al niño con los ojos abiertos (aunque esté profundamente dormido), gritando e incluso mostrando conductas agresivas. Los síntomas son mucho más intensos que los de las pesadillas.
Si has presenciado un episodio, puede parecer que el niño está completamente fuera de sí. De hecho, al acercarte, no es raro que te dé un golpe o una patada. ¡Ten cuidado!
A diferencia de las pesadillas, el niño no recordará nada de lo ocurrido, lo cual puede resultarte increíble, porque cuando todo termine, estarás tan alterado que te parecerá haber vivido una experiencia aterradora.
Los episodios suelen ser cortos, generalmente no duran más de 10 minutos, aunque te parecerá que han pasado horas. Despertarlos durante un episodio es muy complicado, y además, no se recomienda hacerlo.
Lucía, mi pediatra: ¿Tú hijo sufre terrores nocturnos? Consejos para padres y madres.
Cuentos para gestionar los miedos
Los cuentos son una excelente herramienta para ayudar a los niños a comprender y manejar la emoción del miedo. Aquí os dejo algunas recomendaciones que podéis usar para abordar este tema de una forma accesible y amena para todos los públicos:
“Donde viven los monstruos” de Maurice Sendak
Este clásico trata sobre un niño llamado Max que viaja a una isla habitada por monstruos. A través de su aventura, se enfrenta a sus propios miedos y aprende sobre el control de sus emociones.“El monstruo de colores” de Anna Llenas
Este libro es ideal para los más pequeños. El monstruo de colores no sabe qué son sus emociones hasta que un día una niña le ayuda a identificar y separar sus sentimientos. Es un cuento muy visual que puede ayudar a los niños a aprender a reconocer sus emociones, incluido el miedo (les encanta).“Miedos” de Pilar López Ávila
Este libro es perfecto para trabajar el tema del miedo con niños. A través de una historia sencilla, muestra cómo los niños pueden hacer frente a sus temores y aprender a superarlos con valentía.“El cazo de Lorenzo” de Isabelle Carrier
Aunque no se centra únicamente en el miedo, este cuento trata sobre un niño que lleva un “cazo” con el que se siente diferente y que representa sus emociones difíciles. A través de la historia, Lorenzo aprende a lidiar con sus sentimientos y a no dejarse abrumar por ellos.“El monstruo que comía libros” de Marisa Núñez
Este cuento es sobre un monstruo que se alimenta de libros, pero también tiene miedo de muchas cosas. A través de esta historia, los niños pueden ver cómo un personaje temeroso se enfrenta a sus miedos de una forma divertida.“Cuentos de Lucía, mi pediatra” de Lucía Galán Bertrand
Uno de los cuentos de este libro precisamente habla del sueño y enseña a los niños de entre 3-10 años a dormir sin miedo.“Yo mataré monstruos por ti” de Santi Balmes
Martina no puede dormir por las noches porque tiene miedo. Cree que bajo el suelo se esconde un mundo habitado por monstruos de colores que caminan con la cabeza hacia abajo."¿Qué necesito cuando tengo miedo?" de Tania García
Creadora de la Educación Real, Tania explica con sencillez y ternura, a través de Luna, qué necesitan los niños cuando sienten miedo, normalizando sus sentimientos y acompañándolos en el complicado proceso de entender sus propias emociones.“Miedoso” de Pablo Bernasconi
Debajo de la cama de Nina vive un monstruo enorme. Enormísimo… Pero es un monstruo que no se atreve a salir. ¿Queréis saber por qué?
Estos cuentos no solo ofrecen una forma grata de hablar sobre el miedo, sino que además ayudan a los niños a entender que los miedos son parte de la vida y que hay formas de enfrentarlos y superarlos.
Como conclusión y cierre, a todos nos ayuda entender que el miedo es una emoción natural y esencial en la vida humana, que nos protege y contribuye a identificar situaciones de peligro. Sin embargo, no debemos ver el miedo como algo negativo, sino como una respuesta que nos permite sobrevivir y aprender. Todos experimentamos miedos a lo largo de nuestra vida, ya sea por situaciones externas, como amenazas o personas que nos atemorizan; o por temores internos, como inseguridades o preocupaciones. Lo importante es reconocer que el miedo no tiene que ser algo que enfrentemos solos. Pedir ayuda, ya sea a familiares, amigos o profesionales, es crucial para gestionar esos temores de manera saludable. Buscar apoyo nos permite entender que no estamos solos en nuestras luchas y que hay recursos disponibles para superar los miedos que nos limitan. En resumen, aceptar el miedo como parte de nuestra experiencia y aprender a pedir ayuda cuando lo necesitemos nos fortalece, ayudándonos a crecer y enfrentar los desafíos con mayor resiliencia.
Reseña Bibliográfica
Si el miedo ocupa tu cabeza no dejas espacio para tus sueños Gerardo del Villar
🙏🏽 Gracias por prestarte este momento de atención.
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