1. Me desbordo
Las vacaciones, caracterizadas por más horas para convivir en familia que el resto del año, con la exigencia de los más pequeños, buscando que demos respuesta a sus necesidades o caprichos, en ocasiones, nos hacen cargarnos de razones para sentirnos cansados, abrumados, frustrados o de mal humor.
En la crianza hay momentos en los que los adultos se sienten desbordados: cansancio acumulado, falta de tiempo (prisa), preocupaciones laborales o personales… En ese estado, es fácil que las palabras salgan cargadas de más emoción de la que quisiéramos. Sin darnos cuenta, podemos recurrir a frases que buscan que el niño obedezca rápidamente, pero que en el fondo transmiten mensajes de miedo, culpa o amenaza velada.
El problema es que estas frases no se olvidan: los niños las integran en su manera de verse a sí mismos y de entender cómo funciona el amor. Lo que para un adulto puede ser una reacción momentánea, para el niño puede convertirse en una huella que marca su autoestima, su seguridad, su personalidad e incluso la forma en que se relacionará en el futuro.
Antes de hablar de disciplina, límites o normas, es necesario mirar de frente estas dinámicas que aparecen cuando el adulto, herido o agotado, busca controlar a través de la emoción. A eso lo llamamos chantaje emocional.
2. ¿Qué es el chantaje emocional?
Es una forma de manipulación en la que una persona intenta controlar a otra usando miedo, obligación o culpa para que haga lo que quiere, incluso en contra de sus propios deseos o necesidades.
El término se popularizó con la psicoterapeuta Susan Forward en su libro Emotional Blackmail (1997). Ella describe el mecanismo como FOG (Fear (miedo), Obligation (obligación), Guilt (culpa)):
- Miedo: “Si no haces lo que te pido, perderás mi cariño / habrá consecuencias dolorosas”.
- Obligación: “Tienes que hacerlo porque soy tu madre/padre, porque me sacrifico por ti”.
- Culpa: “Con todo lo que hago por ti, ¿así me lo pagas?”.
2.1. Características principales
- Amenaza encubierta: el afecto, la aprobación o la relación están “en juego”.
- Desigualdad de poder: quien usa el chantaje emocional coloca su necesidad por encima de la del otro.
- Culpa inducida: la víctima siente que es responsable de las emociones del otro.
- Círculo vicioso: el chantaje “funciona” a corto plazo (la otra persona cede), lo que refuerza que se repita.
2.2. Ejemplos en el contexto padres–hijos
- “Si no recoges, mamá se pondrá muy triste y ya no te querrá”.
- “Con todo lo que yo hago por ti, ¿y tú ni siquiera me obedeces?”.
- “Si no vienes ahora mismo, me voy y te quedas solo”.
2.3. Efectos en el niño
- Aprende que su valor está condicionado al comportamiento.
- Se siente culpable de las emociones adultas.
- Puede desarrollar inseguridad, baja autoestima o miedo a decepcionar.
3. SOS emocional
Entremos más en detalle y veamos cómo lo vive cada uno desde su lado (rol de niño versus rol de adulto)
3.1. Desde la perspectiva del niño
- Percepción de manipulación encubierta: se siente responsable o culpable por la emoción del adulto (“mamá está triste por ti”).
- Confusión emocional: no sabe si su culpa es real o inducida.
- Impacto en autonomía y autoestima: aprende que el cuidado emocional del adulto depende de su comportamiento.
- Miedo a expresar necesidades propias: teme provocar malestar o rechazo.
3.2. Desde la perspectiva del adulto desbordado o herido
- Origen del chantaje emocional: culpa, agotamiento, heridas no resueltas, estrés parental (“burnout parental”).
- Mecanismos habituales:
- FOG: Fear, Obligation, Guilt (miedo, obligación, culpa) pilar del chantaje emocional según Susan Forward.
- Ultimatums relacionales, como “hazlo o ya no te quiero”.
- Efecto adverso en el vínculo y crecimiento emocional del hijo: el vínculo pierde su función de base segura y el niño, en vez de crecer con confianza y autoestima, se desarrolla con inseguridad afectiva y miedo. Aprende a callar lo que siente para no perder afecto. A veces tienen miedo del adulto que les chantajea, pero no respeto.
4. Pautas para convivir sin chantajes
Educar sin chantajes emocionales no significa criar sin límites, ni dejar que los niños hagan siempre lo que quieran. Significa, más bien, aprender a poner límites claros y expresar necesidades adultas de manera sana, sin cargar a los hijos con la culpa, el miedo o la obligación de hacerse responsables de nuestro estado de ánimo.
Cuando un padre o una madre está cansado, estresado o desbordado, el chantaje emocional suele aparecer como un atajo: una forma rápida de lograr obediencia. Pero ese atajo tiene un precio alto: debilita la confianza del niño en el amor incondicional, genera inseguridad y daña el vínculo.
Me gusta visualizar el ejemplo de palabras como flechas, una vez que has lanzado tu flecha en forma de palabras hirientes, es difícil revertir su daño.
Por eso, la alternativa no es “no corregir”, sino corregir de manera respetuosa y consistente, transmitiendo:
- Amor incondicional
- Necesidades claras
- Límites que protegen
- Y confianza en la capacidad del niño para aprender
De modo que debemos hacer un ejercicio de plena conciencia basado en aspectos claves que podrían convertirse en nuestros nuevos seis mandamientos:
- Reconocer el estado emocional propio: identificar cuándo somos padres cansados, heridos o presionados. Aquí debemos para a respirar, encontrar nuestra paz interior, y responder al niño sin volcar en él nuestra emoción displacentera. Si siento un volcán, necesito que afloje antes de hablar.
- Separar emociones del mensaje:
- Comunicar necesidades sin culpabilizar:
- Poner límites sanos sin amenazas emocionales: establecer consecuencias claras, proporcionales y consistentes, sin chantaje relacional.
5. Del chantaje a la comunicación respetuosa
Os adjunto una tabla muy visual donde aparecen ejemplos representativos de frases descriptivas de chantaje, los efectos/consecuencias emocionales que pueden detonar en los peques de la casa, y se sugieren frases respetuosas como alternativa al chantaje:
Frase de ejemplo | Efecto emocional en el niño | Frase alternativa positiva |
---|---|---|
“Si no me haces caso, ya no te querré” | Inseguridad afectiva; miedo a perder el amor | “Te quiero siempre, aunque ahora necesito que me escuches” |
“Con todo lo que hago por ti, ¿y así me lo pagas?” | Culpa; sensación de deuda permanente | “Agradezco cuando colaboras, me ayuda mucho” |
“Si no vienes ya, me voy y te dejo solo” | Ansiedad y miedo al abandono | “Necesito que vengas conmigo ahora, podemos ir juntos” |
“Eres malo cuando no recoges tus juguetes” | Identidad negativa (“soy malo”); baja autoestima | “Tus juguetes necesitan volver a su sitio, ¿los guardamos juntos?” |
“Me pones enfermo con tu comportamiento” | Carga excesiva de responsabilidad; se siente culpable de la salud del adulto | “Me siento cansado ahora, necesito un momento de calma” |
“Si sacas buenas notas, estaré orgulloso de ti” | Amor condicionado al rendimiento; miedo a fallar | “Siempre estoy orgulloso de ti, y valoro tu esfuerzo en aprender” |
“Mira a tu hermano, él sí me hace caso” | Comparación dañina; celos y sensación de insuficiencia | “Cada uno aprende a su ritmo, confío en ti también” |
6. Consecuencias
Las palabras no son neutras: influyen directamente en la seguridad emocional del niño y en el vínculo que establecemos. Detengámonos a mirar de qué manera ocurre, punto por punto.
6.1. Inseguridad afectiva (miedo a perder el amor)
- Cuando el cariño está condicionado (“si obedeces, te quiero”), el niño nunca está seguro de ser amado por quién es, sino por lo que hace.
- Vive en una montaña rusa emocional: nunca sabe cuándo será aceptado.
- En la adultez se manifiesta como relaciones inestables, miedo a la intimidad o necesidad constante de aprobación.
6.2. La culpa en los niños
- El niño siente que es responsable de las emociones de los adultos: si papá se enfada, es porque él “no se portó bien”.
- Esta culpa inducida lo lleva a hiperresponsabilizarse incluso de cosas que no están bajo su control.
- En la vida adulta puede traducirse en dificultad para poner límites, tendencia a complacer y problemas de autoestima.
6.3. Ansiedad y miedo al abandono
- Frases como “si no vienes, me voy” despiertan un terror desproporcionado a quedarse solo.
- El niño desarrolla una inseguridad básica: el mundo no es confiable, las personas que ama pueden desaparecer.
- En la adultez se refleja en relaciones de dependencia, ansiedad por separación o dificultad para confiar.
6.4. Identidad negativa
- Mensajes como “eres malo” o “me decepcionas” no critican la conducta, sino la persona completa.
- El niño acaba interiorizando: “soy malo”, “soy un problema”.
- Esto erosiona la autoimagen y se traduce en adultos que repiten el patrón de crítica interna y autoboicot.
6.5. Carga excesiva de responsabilidad; se siente culpable de la salud del adulto
Cuando un adulto dice frases como “me pones enfermo con tu comportamiento” o “me vas a matar de un disgusto”, coloca en el niño la responsabilidad de su bienestar físico o emocional.
6.5.1. ¿Qué ocurre en el niño?
- Culpa tóxica: siente que sus actos (normales para su edad, repito: normales para su edad) tienen consecuencias desproporcionadas: “si lloro, mamá se enferma”.
- Hipervigilancia: empieza a estar pendiente del estado de ánimo del adulto para prevenir su malestar.
- Inversión de roles (parentificación): el niño adopta funciones de “cuidador” en lugar de ser cuidado.
6.5.2. Consecuencias a corto plazo
- Inseguridad y ansiedad: vive con miedo a “hacer daño” a quien más necesita.
- Inhibición emocional: reprime su tristeza, rabia o frustración para “proteger” al adulto.
- Desgaste en el vínculo: se siente más un peso que un hijo aceptado.
6.5.3. Consecuencias a largo plazo
- Adulto que se responsabiliza en exceso de los demás, olvidando sus propias necesidades.
- Mayor riesgo de relaciones de dependencia: busca personas a las que cuidar o que lo necesiten para sentirse valioso.
- Dificultad para reconocer y respetar sus propios límites, porque aprendió que su función era sostener al otro.
6.6. Miedo a fallar
- Cuando el amor se condiciona al rendimiento (“si sacas buenas notas, te querré”), el niño desarrolla un miedo constante a equivocarse.
- Este miedo puede bloquear el aprendizaje y generar ansiedad anticipatoria.
- Adultos que crecieron así suelen tener perfeccionismo rígido o evitan retos por temor a no cumplir expectativas.
6.7. Efectos de la comparación
- “Mira a tu hermano, él sí…” genera una herida profunda: el niño aprende que nunca es suficiente.
- Aparecen sentimientos de celos, rivalidad o inferioridad.
- A largo plazo puede convertirse en autoexigencia extrema o en la creencia de que sus logros no valen.
7. Reflexionemos juntos
Después de conocer estas siete consecuencias, vamos a imaginarnos una relación de dos personas que se están conociendo, como adolescentes, o como adultos que comienzan a vivir en pareja. Ellos son Marina y Rubén. (Me lo acabo de inventar)
¿Qué sucede si Marina se ha criado con carga excesiva de responsabilidad y conoce a Rubén, que creció en un ambiente donde le hicieron creer que era malo y desarrolló una identidad negativa? La cosa se pone interesante…
A veces no nos damos cuenta de lo moldeables e influenciables que son los pequeños de la casa. Seguro que recuerdas algo que mamá o papá te dijo de pequeño, que de adulto, hablándolo con tus hermanos, para ellos no fue importante, pero para ti sí: un comentario ridiculizándote, una queja en público, una comparación…El resto de la familia ni lo recuerda, pero tú lo tienes presente y lo sientes como una púa ardiente en la piel.
Pues recuerden esas “palabras como flechas”. Esos momentos en los que nos sentimos volcán en erupción y decimos o hacemos algo a los niños que les queda como una herida, una exigencia, una condición justo en un momento en el cual se está formando su autoestima y su autoconcepto (cómo me valoro, de qué soy capaz, qué pienso de mí…)
Importante recordarles aquí el contenido del artículo El impacto de tus palabras. Te invito a leerlo si aún no lo has hecho.
Todos fuimos niños que, en mayor o menor medida, escuchamos frases cargadas de culpa, miedo o comparación. Hoy somos adultos que, con las herramientas que tenemos, intentamos hacerlo lo mejor posible. Reconocer esas heridas no es para culparnos, sino para sanar y elegir otra manera de relacionarnos. Cada vez que hablamos desde el amor y no desde el chantaje, regalamos a nuestros hijos la seguridad que quizá a nosotros nos faltó. Y con ese gesto sencillo, escribimos una nueva historia de cuidado y confianza.
Sé la persona que necesitabas cuando eras niño Ayesha A. Siddiqi
8. Bibliografía
🙏🏽 Gracias por tu compromiso en el acompañamiento a tus hijos.
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