Adaptarse a un nuevo entorno
Comienzan las clases.
Llega septiembre y con él arranca el primer día de clase.
En este instante, se nos abre un abanico de opciones:
- Que el niño nunca haya ido a la guardería:
- a) Que su comienzo sea tranquilo (sin lloros, ni rabietas,…)
- b) Que su comienzo sea alterado (crisis ante la separación, llanto,…)
- Que el niño sí haya ido a la guardería:
- a) Que su comienzo sea tranquilo (sin lloros, ni rabietas,…)
- b) Que su comienzo sea alterado (crisis ante la separación, llanto,…)
Como ven, en ambos casos, las dos opciones que se abren (a y b) son similares, haya ido o no a la guardería.
1.1. ¿Por qué ocurre esto?
Aunque nuestro hijo haya estado asistiendo a una guardería, el entorno del colegio donde se le ha matriculado es nuevo para él. Y necesita adaptarse a este nuevo lugar. Conocer nuevos compañeros, nueva clase, nuevos maestros. Lo cual le supone salir de su zona de seguridad.
En ocasiones esperan ver a la misma “seño” que tenían en la guarde cuando llegan al cole, y parte de su sorpresa y su posterior reacción viene de ahí. Recomiendo mucho explicarle al niño este dato tan importante.
1.2. ¿Qué es la zona de seguridad?
Su entorno familiar, donde se siente seguro, atendido, amado y con estabilidad.
Salir de casa para ir por primera vez al colegio supone permanecer en un lugar desconocido.
Aclaro que clasificarlo como “desconocido” no es sinónimo de malo, simplemente no es un entorno conocido, no le resulta familiar y puede no sentirse cómodo.
De esta manera la Administración recoge, en la legislación, una entrada escalonada de niños, que comienzan a venir a clase en pequeños grupos (unos 5 niños), donde el tiempo que pasan en el colegio, durante una semana, va de menos tiempo (una hora aproximadamente el primer día), a más tiempo.
Después los grupos de 5 niños se van sumando y mezclando, hasta completar el aula el último día del periodo de adaptación (quinto), donde estará el grupo completo (todos los niños de 9 a 13 horas durante el mes de septiembre)
La Administración establece una semana para hacer esa entrada escalonada a la que ha venido a llamar “Periodo de Adaptación”, pero durante todo el mes de septiembre estaremos en el aula acompañados de otro compañero docente, haciendo la labor de apoyo (tutor + apoyo), porque entendemos que no todos los niños se habrán adaptado al centro en su primera semana de asistencia. Incluso pasado septiembre, incluso a veces en diciembre, se dan casos de niños que siguen mostrando emociones desadaptadas como lloros, rabietas, vómitos, alteración del sueño, enuresis (hacerse pis en la cama), etc.
Por lo que papá y mamá deben desayunar una buena dosis de tila y paciencia para contagiarla a sus hijos.
Todo lo que debemos hacerle sentir al niño en adaptación es: calma, seguridad y confianza.
Confianza tanto en el centro como en el proceso adaptativo. Dándoles mucho amor, preguntándoles por lo que han hecho cada mañana en el aula, y no fomentando su ansiedad, estrés o miedos. Nos toca ser comprensivos.
Es normal que los niños que se están adaptando no quieran hablar en clase, algunos ni utilizarán los baños del aula. De la misma manera que no hablan y no expresan sus emociones a la tutora, esas emociones necesitan salir y ser expresadas, y lo harán de vuelta a casa, en compañía de sus figuras de apego, en las que confían desde bebés, que suelen ser papá y mamá, algún tito, los abuelos (personas de su entorno con los que pasen mucho tiempo), es en esos momentos en los que debemos trasmitirles paz, calma, y hacerles saber que todo está bien, y que pronto irá contento y con ganas al colegio.
El niño pasa de sentirse protagonista entre sus familiares a sentirse uno más. No olvidemos que, aunque venga de familia numerosa, no sentirá que tiene que competir con tantos niños por obtener la atención del adulto como cuando asiste al colegio, donde los grupos suelen ser numerosos, grupos de 18, 20 o 23 niños. Y esto también le sacará de su zona segura o su zona de confort.
Hablemos de apego
John Bowlby, Psicoanalista infantil inglés, desarrolló la teoría del apego.
Según él, el tipo de relación que se establece entre el bebé de pocos meses y su cuidador es determinante en la conducta y desarrollo emocional posterior. El estilo de apego establecido durante la infancia puede ser visible en los miedos o inseguridades del adulto, y en la manera de afrontarlos.
2.1. ¿Qué es el apego?
El apego es un vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre la madre y el recién nacido o la persona encargada de su cuidado.
Su función es asegurar el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad.
El establecimiento del apego desde la infancia más temprana se relaciona principalmente con dos sistemas:
- El sistema exploratorio, el cual permite al bebé contactar con el ambiente físico a través de los sentidos.
- Y el sistema afiliativo, mediante el cual los bebés contactan con otras personas.
2.2. ¿Cómo se establece el apego?
En el transcurso del primer año, se establece un vínculo de apego con la persona con quien tiene más contacto y aparece el miedo ante los desconocidos (alrededor de los 8 meses)
El apego es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza. El apego seguro permite al pequeño explorar, conocer el mundo y relacionarse con otros; bajo la tranquilidad de sentir que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo. Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades influyen en el modo de interpretar el mundo y de relacionarse.
2.3. Los 4 tipos de apego
A continuación, veremos en qué consiste cada uno de los tipos de apego propuestos por Bowlby, así como algunas manifestaciones en niños (y adultos)
2.3.1. Apego seguro
Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: el niño sabe que su cuidador no va a fallarle. Se siente querido, aceptado y valorado. De acuerdo con Bowlby, este tipo de apego depende en gran medida de la constancia del cuidador en proporcionar cuidados y seguridad. Debe tratarse de una persona atenta y preocupada por comunicarse con el recién nacido, no sólo interesada en cubrir las necesidades de limpieza y alimentación del bebé. Desde luego, el inconveniente es que esto supone una entrega casi total de parte del cuidador o cuidadora, lo cual puede resultar complicado para algunas personas.
Los niños con apego seguro manifiestan comportamientos activos, interactúan de manera confiada con el entorno y hay una sintonía emocional entre el niño y la figura vincular de apego.
No les supone un esfuerzo unirse íntimamente a las personas y no les provoca miedo el abandono. Es decir, pueden llevar a una vida adulta independiente, sin prescindir de sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.
2.3.2. Apego ansioso y ambivalente
En psicología, “ambivalente” significa expresar emociones o sentimientos contrapuestos, lo cual, frecuentemente genera angustia. Por eso, en el caso de un apego ansioso-ambivalente el niño no confía en sus cuidadores y tiene una sensación constante de inseguridad, de que a veces sus cuidadores están y otras veces no están, lo constante en los cuidadores es la inconsistencia en las conductas de cuidado y seguridad.
Las emociones más frecuentes en este tipo de apego, son el miedo y la angustia exacerbada ante las separaciones, así como una dificultad para calmarse cuando el cuidador vuelve. Los menores necesitan la aprobación de los cuidadores y vigilan de manera permanente que no les abandonen. Exploran el ambiente de manera poco relajada y procurando no alejarse demasiado de la figura de apego.
De adultos, el apego ansioso-ambivalente provoca, una sensación de temor a que su pareja no les ame o no les desee realmente. Les resulta difícil interaccionar de la manera que les gustaría con las personas, ya que esperan recibir más intimidad o vinculación de la que proporcionan. Un ejemplo de este tipo de apego en los adultos es la dependencia emocional.
2.3.3. Apego evitativo
Los niños con un apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Se conoce como “evitativo” porque los bebés presentan distintas conductas de distanciamiento. Por ejemplo, no lloran cuando se separan de cuidador, se interesan sólo en sus juguetes y evitan contacto cercano.
Lo constante han sido conductas de sus cuidadores que no han generado suficiente seguridad, el menor desarrolla una autosuficiencia compulsiva con preferencia por la distancia emocional.
La despreocupación por la separación puede confundirse con seguridad, en distintos estudios se ha mostrado que en realidad estos niños presentan signos fisiológicos asociados al estrés, cuya activación perdura por más tiempo que los niños con un apego seguro. Estos menores viven sintiéndose poco queridos y valorados; muchas veces no expresan ni entienden las emociones de los demás y por lo mismo evitan las relaciones de intimidad.
En la edad adulta, se producen sentimientos de rechazo de la intimidad con otros y de dificultades de relación. Por ejemplo, las parejas de estas personas echan en falta más intimidad en la interacción.
2.3.4. Apego desorganizado
Es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo en que el niño presenta comportamientos contradictorios e inadecuados. Hay quienes lo traducen en una carencia total de apego.
Lo constante en los cuidadores han sido conductas negligentes o inseguras. Se trata del extremo contrario al apego seguro. Casos de abandono temprano, cuya consecuencia en el niño es la pérdida de confianza en su cuidador o figura vincular, e incluso puede sentir constantemente miedo hacia ésta.
Los menores tienen tendencia a conductas explosivas, destrucción de juguetes, reacciones impulsivas, así como grandes dificultades para entenderse con sus cuidadores y con otras personas.
Evitan la intimidad, no han encontrado una forma de gestionar las emociones que esto les provoca, por lo que se genera un desbordamiento emocional de carácter negativo que impide la expresión de las emociones positivas.
De adultos suelen ser personas con alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones, si bien en el fondo son su mayor anhelo. En otros casos, este tipo de apego en adultos puede encontrarse en el fondo de las relaciones conflictivas constantes.
2.4. ¿Se puede cambiar el estilo de apego?
Sí, el apego no es inmutable ni se mantiene en la misma medida en todas las personas a medida que el desarrollo progresa. Además, el comportamiento de todo individuo en una relación se ve mediado por la conducta del otro. Las relaciones de amistad, laborales y de pareja también influyen en el tipo de apego y el rol que se mantienen con las nuevas figuras de apego.
Todo esto es necesario interpretarlo desde un prisma integrador; lo cual implica que todas las interrelaciones que se producen desde el nacimiento hasta la edad adulta marcan el comportamiento del momento actual. Una persona con un estilo de apego inseguro en la infancia puede “aprender” de a las conductas de apego seguro que le proporcionan su pareja u otras personas queridas, como puede ser un grupo de amigos íntimos psicológicamente saludables. En todo caso, lo importante es desarrollar las estrategias convenientes para generar seguridad, con los recursos que tengamos disponibles.
Actualmente existen múltiples factores psicosociales que tienen consecuencias importantes en la formación de vínculos primarios. Por ejemplo, la falta de conciliación laboral donde los cuidadores (madres/padres) trabajadores se ven obligados a dejar a sus pequeños con otras personas, así como la ausencia de esas otras personas para ayudar con el cuidado de los hijos o de servicios sociales que compensen. Esto deja ver que la tarea de formar estilos de apegos seguros compete a distintos actores, no sólo a las madres, los padres o las figuras vinculares cercanas.
(Bowlby, J. 1977, pp 201-210)
Niños consentidos
Ser comprensivos y asertivos con ellos no quiere decir que digamos que sí a todo, ni tengamos que ser complacientes en todo momento a sus caprichos, buscando que no lloren, intentado que no monten su rabieta en púbico (supermercado, centro médico,…) o evitando que se frustren…
Pinedo, 2018:
Se trata de educar menores felices, pero que sepan aceptar límites y sean tolerantes a la frustración.
¿Su hijo no acepta un no por respuesta y se instala en el enfado constante cuando no consigue lo que quiere?
Es posible que su educación esté basada en el consentimiento, la permisividad y la falta de límites o normas. Un niño consentido no nace, se hace y puede crear problemas de convivencia en casa como rabietas, agresividad o enfrentamientos y peleas habituales con personas de su entorno.
Son niños muy demandantes y caprichosos. No saben manejar el enfado y de ahí surge la rabia y consigo las rabietas. A medida que crecen, nos encontramos conductas todavía más agresivas, como peleas y conductas impulsivas Gema José Moreno, psicóloga infanto-juvenil
Pinedo, C. (abril 2018): “Niños consentidos: 9 pautas para educar con sentido"
Cuando nuestra respuesta es un “NO” para establecer un límite, no debemos decir solamente un no, o “no, porque yo lo digo”, “no, porque yo mando”, pues estas respuestas dan más motivos al niño para sentirse frustrado.
Establezcamos normas (límites) con amor
Debemos buscar que comprendan nuestra negación, explicándoles las cosas con empatía y desde la calma: “no, porque es muy caro”, “no, porque contiene mucho azúcar”, “no, porque es tarde y tenemos que volver a casa”…
Cuando les decimos una frase tipo: “¡eso no se hace!” (debemos añadir lo que sí se hace o estaría bien que sí hiciera, por ejemplo: “no se pega a otro niño, le damos abrazos”) Porque caemos en la repetición de decirles lo que no se hace, pero no solemos afirmar las cosas que sí pueden hacer. Es un cambio de visión positiva.
Repetirles: “pórtate bien”, como si el niño supiera lo que eso significa. Para una familia portarse bien puede ser hacer caso, para otra familia puede ser no gritar. Cada familia establece unos límites, algunas familias no establecen ninguno.
Resumen
- Cada niño es diferente. Evitemos las comparaciones.
- El niño debe adaptarse al nuevo centro (compañeros, aula, maestra,…)
- Es posible que manifieste llanto, rabietas, vómitos, que se haga pis encima, incluso caca…
- Debemos transmitirle calma y seguridad.
- No alargar los tiempos de despedida.
- Ponerle límites con amor y empatía. Un niño sin normas es un niño descontrolado, y un niño descontrolado es un peligro para sí mismo.
- Conocer los tipos de apego para poder prever la respuesta del niño ante los cambios. Y responderle con amor y asertividad.
- Nunca enfadarnos ante sus frustraciones, ni tampoco si se hace pis encima. El niño necesita nuestra comprensión más que nunca. Somos el adulto, no actuemos como otro niño más.
Importante
- Puntualidad.
- Respetar los turnos en la entrada escalonada del Periodo de adaptación (se han realizado bajo un criterio).
- Respetar y cumplir las normas del centro.
- Saber que cualquiera puede dejar al niño en el colegio, pero solo podrán recogerlo aquellas personas que estén autorizadas, por el bien del niño (NO entregamos a ningún menor, por su seguridad, a ninguna persona desconocida para nosotros)
🙏🏽 Gracias por leer hasta el final.
No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio Charles Darwin
Reseña bibliográfica
Recomendaciones
- Establecer rutinas en casa y dar pequeñas responsabilidades a los niños acorde a su edad.
- Poner normas y hacerlas cumplir. Papá y mamá deben ser un equipo ante las normas, para que uno no desautorice al otro. (Si uno las hace cumplir y el otro no)
- Explicarle al niño las cosas, con un lenguaje que pueda comprender. Un niño que comprende los motivos de las cosas que vive, actúa con menos frustración.
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